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Reseña a la Perengana


Las Golondrinas no dejamos de revolotear alrededor de cualquier perengana, y mudamos con ellas las primaveras, soñamos los tiempos que nos prometemos, y revolucionamos las palabras con que nos reinventamos. Una relación amorosa como nunca pensamos que sucederia, y que sembró de trabajo sincero el último año de compartirnos.

Obviamente estas maneras no suceden de manera lineal y por eso suponemos que hay voluntades perniciosas que por mutua connivencia se fueron encontrando; multilateralidades, periferias, fuerzas centrífugas y centrípetas, y otras palabras difciles que sirvan para decir que no sabemos porque.

La Perengana Golondrina, punto de fuga de este rizoma, se propone como enlazadora de las prácticas de ambos espacios de trabajo. Suponemos que para beneficio de ambos.


No cualquiera puede darse el gusto, de degustar la belleza de las propuestas de estas Perenganas. No parece que sean capaces de ofrecernos una, única y repetida, estructura comunicativa. Algo de que realmente podamos agarrarnos para reclamarles y pretender discriminar su actitud pretensiosa de la teatralidad.

Lamentablemente lo efímero de su trabajo no nos permite la comparación, y sinceramente es innecesario realizarlo.

Su último embate en casa golondrina nos compartió la propuesta del monólogo 'Yo, Ulrike, Grito'. Uno, del libro, que la editorial presentaba en ese momento, y que sin respeto a la literalidad, fue salvajemente descuartizado, y reunido en un frankestein irrepetible.

Curiosamente, fue un monstruo que deshizo por un rato nuestra ansiedad de libro nuevo, y nos envolvió en un crescendo emocional, enardeciendo el fuego de la destrucción creadora.

Meinhoff, voz central de este momento, resultó forzada a salir del pasado, restituida a nuestro presente, prometida al devenir. De como se dio esto, pura contienda creativa.

Cien mil mujeres atravesaron los susurros, los gestos y nuevamente, en los gritos, de las perenganas, para denunciar el atropello que sometió a Ulrike, y que nos conmueve en nuestro sometimiento.

Quien no estuvo, solo obtendrá, en el fantasma del relato, una ilusión y unas promesas de nuevos monstruos.



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